El Bandolerismo, Estudio social y memorias históricas. Tipos y Episodios by Julián de Zugasti

El Bandolerismo, Estudio social y memorias históricas. Tipos y Episodios by Julián de Zugasti

autor:Julián de Zugasti [Zugasti, Julián de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1876-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo XXV

Arriesgada entrevista

Apenas el Manso durmió algunas horas en el nuevo rancho, que entre riscos y breñas inaccesibles habían elegido los secuestradores para tener guardado y oculto a Enrique Rubio, montó á caballo y despidióse de sus compañeros, diciéndole a que permaneciesen allí hasta su regreso, que sería lo más breve posible, supuesto que él tenía que ocuparse de asuntos, que á todos interesaban.

El Maruso alejóse de aquel sitio con la mente llena de ideas sombrías y con el corazón abrumado de pesar y sentimiento, encontrando un placer inexplicable al verse libre y solo, para dar a su semblante la expresión genuina del verdadero estado de su alma, que á fuerza de violentarse, de un modo tan extraordinario como doloroso, había logrado encubrir á las miradas de sus compañeros.

El afligido padre había concebido el plan de buscar y descubrir a todo trance el paradero de su hijo, á fin de salvarlo por su cuenta y riesgo, imponiendo después á don Manuel Rubio las más duras condiciones, con la firme resolución, si éste no las aceptaba, de sacrificar á Enrique, sin consideración ni reparo alguno.

Así, pues, revolvió en su imaginación todas las personas amigas de Rubio y enemigas suyas, que pudieran haber tenido parte en el secuestro de su hijo, así como también los sitios en que pudieran tenerlo guardado. Con este propósito, recorrió varios pueblos y caseríos; preguntó é indagó de la manera más conveniente a su intento; y cuando se hubo convencido de la inutilidad de sus pesquisas, pensó en que acaso su mujer habría recibido algún aviso que pudiera iluminar las tinieblas en que se hallaba, por cuyo motivo, recordando el convenio que había hecho con su esposa, decidió encaminarse al Arahal, para ver si allí descubría algún rastro de la suerte y paradero de su hijo, y para proceder en su consecuencia y llevar á feliz cima el rencoroso y vengativo plan que había concebido.

La empresa era por extremo arriesgada; pues que la Guardia civil, noticiosa de sus nocturnas excursiones a su pueblo, estaba muy alerta, vigilando su casa en las altas horas de la noche, en las que el Maruso acostumbraba visitar algunas veces á su esposa.

El bandido, después de medianoche, llegó a las inmediaciones del Arahal, para dejar su caballo en la huerta consabida, y el hortelano le dijo:

—¿Y piensas entrar en el pueblo, Pepe?

—Sí; necesito ver a mi esposa á todo trance.

—Mira que te expones a que te coja la Guardia civil.

—Todavía han comido poco pan para echarme el guante.

—Considera que lo que yo te digo, no es sólo por las noticias que corren por el pueblo, sino porque también tu mujer ha venido a decirme que la otra noche estuvieron registrando tu casa.

Esta noticia pareció impresionar vivamente al Maruso, que después de algunos momentos de reflexión, dijo:

—Pues lo que es esta noche, no puedo dejar de ir a ver á mi María.

—Mira, Pepe, que el diablo las carga, y en un instante puede suceder un desavío de dos mil demonios.

—¿Qué importa? De otros aprietos mayores he salido, y también me libraré de esos tunantes.



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